Story of Bo Diddley y el viejo tocadiscos.

Hace un par de semanas fue el cumpleaños de un amigo y artista. Esta celebración es muy esperada, quizás porque la gente no sale mucho de su casa, quizás porque su casa es enorme, quizás porque nos reunimos todos, de nuevo. Pasadas las horas metidos entre lo típico del ambiente, nos dio por subir a la buhardilla donde nos pasamos, al menos una hora, tumbados en un sofá. Y qué contemplaron mis ojos, ya cansados y adormecidos. Un disco de grandes éxitos de los Animals. Sí, los Animals.
Entonces recordé la primera vez que los escuché. En mi casa siempre nos acompañaba un tocadiscos enorme y precioso, donde mis padres ponían a los Zeppelin y alguna vez que otra, música clásica. Después de un par de años entre malas épocas, ese tocadiscos pasó a ser un estimado ausente en casa.

Por eso nunca se me olvidará la primera vez que los escuché. No se me olvidará cómo mi madre y yo arreglamos una verde oscura maleta, de esas que iban con la aguja incorporada y llevaba altavoces a los lados. Ese maletín se convirtió en un objeto que marcó una nueva etapa en mi vida. Y lo abrimos, y de allí salió esa canción: One monkey don´t stop no show.

Aún recuerdo la portada del vinilo. El borde era amarillo, salían Hilton Valentine y Chas Chandler saltando sobre John Steel, con su guitarra y bajo en la mano, saltando como quien acaba de aprenderlo. A Steel se le veia fascinado, mirándoles. Sin embargo a Burdon solo se le veía un poco el pelo. Ese vinilo podría ser el de Animalism. Estoy segura.

Desde entonces mi casa se convirtió en una nueva casa, con una luz y olor diferentes. Todo cambió. Nuevas historias, discusiones y alegrías. Casa del sol naciente.

Si mis difamaciones no me engañan, llegaron los Kinks y sucesivamente los Beatles. Adiós a Burdon & Co. Y allí a finales de los 60, se quedaron en recopilatorios y algún disco de añoranza.

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